Después de unas cuantas vueltas debido a que hay un acceso cerrado por obras que el GPS se empeña en ignorar, llegamos al camping Venezia, nuestro cuartel general para los días que vamos a pasar en la Serenissima.
En las referencias que había leído lo ponen justito pero es el único camping de la zona que acepta la tarjeta ACSI (Esta tarjeta nos permite hacer noches en camping a precios cerrados para dos adultos y la autocaravana a 16€. En algunos los pekes pagan aparte y en otros no)
El camping es pequeño pero a primera vista tiene todos los servicios que necesitamos que no son muchos.
Hoy no vamos a hacer turismo porque es día de colada y para cuando acabemos será un poco tarde y no queremos andar con prisas. Tenemos ropa para lavar de 12 días. Imaginaros el mogollón si en casa hacíamos casi una colada diaria.
Elena se va para la lavadora y yo trabajo un rato con la Web. Ha tenido que hacer dos lavadoras completas! Menos mal que hay secadora porque con la humedad que tenemos en el camping, no se seca ni en una semana. Después comemos y hacemos algo de clase por la tarde. Entre pitos y flautas, para cuando acabamos son casi las cinco y empieza a anochecer.
En uno de los paseos que he dado para inspeccionar el camping, he visto que tiene una piscina climatizada con una pinta estupenda y les propongo a los pekes darnos un bañito. Por supuesto, aceptan encantados y dando saltos de alegría. ! Como les gusta el agua ! Así que cogemos los trastos de piscina y vamos los cuatro para allá. La piscina se paga aparte (2,5€) pero no nos parece muy cara porque puedes estar todo el tiempo que quieras y los pekes la van a rentabilizar fijo.
Cuando entramos hay otra familia pero al rato se van y nos quedamos solos. !Toda la piscina para nosotros con el jacuzzi, la musiquita…, que lujazo! Iker y Unai disfrutan de lo lindo y estamos casi dos horas hasta que ya tenemos que sacarles porque están arrugados como pasas y con los labios morados. Después cafecito y un rato de juegos de mesa en la cafetería del camping y a cenar y dormir que mañana va a tocar andar mucho.
Al día siguiente es el día de la verdad. ¡Vamos a conocer Venecia! Uno de los hitos de esta primera etapa del viaje. Nos levantamos un poquito antes de lo normal para no andar apurados, desayunamos, recogemos, hacemos las clases y nos ponemos en marcha.
En el mismo camping se compran los tickets del autobús (líneas 5 o 19, 2.60€ ida y vuelta) y la parada está a unos doscientos metros. Enseguida llega uno de la línea 19 que en diez minutos nos deja en la Piazza Roma desde donde empieza nuestro periplo hasta la Plaza de San Marcos.
Lo primero que nos llama la atención, incluso antes de bajarnos del autobús, son los tres enormes trasatlánticos que están fondeados en los muelles de la ciudad y que se ven, según te acercas, por encima de los edificios.
A pesar de haberlo visto cientos de veces en fotos y videos, Venecia nos sorprende y nos gusta. Al principio vamos un poco perdidos pero enseguida le cogemos el tranquillo y ya vemos que hay cartelitos en casi todas las esquinas dirigiéndote al puente de Rialto y a San Marcos. Yo tengo la impresión de que vayas por donde vayas, acabaras en la famosa Plaza.
Todo el recorrido es un gran centro comercial donde es difícil no encontrar algo que te llame la atención y te haga abrir la cartera. Lo que si nos sorprende son los precios. Por lo menos en esta primera parte del recorrido no nos parecen nada desorbitados aunque ya nos han dicho que según te vas acercando a San Marcos, todo se va encareciendo.
Vamos siguiendo las indicaciones y nos vamos acercando sin problemas. En el recorrido, la mayoría de las calles son interiores pero de vez en cuando se cruza algún canal y aprovechamos para echar fotos como buenos turistas.
Poco antes de llegar al puente de Rialto, nos pilla un chaparrón pero tenemos la suerte de que estamos junto a unos arcos y nos resguardamos allí. Unai se asusta un poco porque dice, en buena lógica, que si llueve, Venecia se va a inundar, pero conseguimos tranquilizarle y en cuanto para de llover, seguimos nuestro recorrido.
Aunque se puede andar bien, en las cercanías de la plaza, ya se ve mucha gente. Después de un buen rato avanzando por callejuelas estrechas, salir a la plaza es espectacular y la vista no defrauda y eso que gran parte de la basílica está en obras con andamios puestos. Imagino que aprovechan la temporada baja para las obras de mantenimiento.
Después de la andada, tenemos un hambre voraz, así que buscamos un sitio tranquilo y nos sentamos en unos soportales a zampar nuestros bocatas.
Descansamos un poco y aprovecho para sacar algunas fotos de la plaza. Aunque hemos estado un rato recuperándonos, los pekes siguen quejosos y no nos animamos a subir al Campanile. Damos una vuelta por la parte de la plaza que sale al canal y coincide que está pasando un enorme trasatlántico (el Queen Elisabeth) y la verdad es que nos impresiona.
Al final conseguimos convencer a los pekes para visitar la basílica pero no nos damos cuenta de los carteles que avisan que hay que dejar las mochilas en una consigna y tenemos que salir y hacer cola otra vez. Después de visitar Il Duomo, esto parece de juguete, vamos, que no nos impresiona demasiado y salimos enseguida, recogemos la mochila y volvemos camino de la Piazza Roma parando por el camino para tomar un par de cappuccinos y un par de chocolates a 4 euritos la taza (Esto es Venecia!!!) para, desde allí, buscar el camino hacia el museo de historia natural que es nuestro siguiente objetivo.
Después de tirar un rato del plano, vemos que de vez en cuando hay carteles que van marcando también el camino del museo y los seguimos hasta llegar allí. Hemos pensado que este museo puede ser una alternativa entretenida para los pekes y acertamos.
El museo está planteado como un recorrido único en el que pasas por todas las habitaciones, recorriendo una detrás de otra sin dejarte ninguna y cada una dedicada a un tema concreto. La mayoría son muy interesantes y algunas de las recreaciones son incluso espectaculares y los cuatro lo disfrutamos mucho. La única excepción es "la galería de los cetáceos" que nos decepciona un poco porque solo es una exposición fotográfica, un esqueleto de ballena y unos monitores con sonidos de distintas ballenas. Esperábamos algo más.
Cuando salimos del museo, son casi las seis y las callejuelas y plazas que atravesamos para volver están desiertas e impresionan mucho. Según nos vamos acercando a Piazza Roma, se vuelve a sentir el barullo de gente y en la parada de bus que tenemos que coger para volver al camping hay un mundo.
Cogemos el autobús por los pelos y va hasta los topes. Ya es de noche y no tenemos claro en que parada tenemos que bajarnos así que nos vamos fijando en el camino intentando identificar señales que nos avisen pero no nos suena nada.
Cuando ya estamos un poco preocupados pensando que nos hemos pasado la parada, veo un paso elevado que creo que es donde hemos montado a la mañana así que, justo antes de que se cierren las puertas, cogemos a los pekes y bajamos del autobús. Por suerte hemos acertado y llegamos al camping sin más contratiempos.
A la mañana siguiente, después del rato de clase, cogemos de nuevo el autobús hacia la Piazza Roma aunque esta vez nuestro destino final es la isla de Murano. Llegamos enseguida porque no hay mucho tráfico y buscamos un sitio para comprar los tickets. El señor del Tabachi (son los estancos italianos donde normalmente también se venden los tickets de autobús, tranvía, etc…), nos pregunta por la edad de los pekes. Cuando le decimos que 7 años, nos dice que los niños no pagan hasta los 6 años y nos hace un gesto como que nosotros mismos. Cuando nos dice el precio de los billetes ida y vuelta a Murano (que son 14,00€ por cabeza), ¡oh milagro!, los pekes pasan a tener automáticamente 6 años.
Este tema de los billetes de los transportes en Italia merece un capítulo aparte porque igual compran los billetes, pero por la máquina que se supone que los ficha no hemos visto pasarlos a casi nadie. A nosotros en todo este tiempo solo nos han pedido los billetes una vez en Milán.
El viaje en vaporetto ya es en sí una aventura para ellos porque recorremos parte del gran canal y el canal de salida a la laguna donde vemos todo tipo de embarcaciones, el barco-taxi, la barcaza-furgoneta-de-reparto, el barco-ambulancia, el barco-autobús, el barco-grúa y otro montón que hace que el viaje sea muy ameno.
En cuanto el vaporetto sale a la laguna, pone velocidad de crucero y va a toda pastilla. Aquí también nos cruzamos con varias lanchas, y algunas van a toda velocidad casi volando sobre el agua y a los pekes les encanta.
Por el camino, pasamos frente a la isla-cementerio de Venecia y tiene una fachada muy hermosa. Puestos a dormir eternamente, no parece mal sitio.
Desembarcamos en Murano después de unos 20 minutos de travesía y ya en el embarcadero hay un señor que te dice que un poco más adelante tienes una fábrica de vidrio para ver el proceso. Andamos un poco por el paseo que bordea la isla desde el embarcadero y, efectivamente, llegamos hasta un taller donde nos dicen que en 10 min. habrá una demostración de soplado.
Esperamos tranquilamente y enseguida pasamos a un taller con unas pequeñas gradas desde donde vemos como es el proceso. En 5 minutos y delante de nuestras narices, hacen una vasija y un caballo de vidrio. Es increíble la pericia que demuestra el maestro vidriero, sobre todo con el caballo. A los cuatro nos gusta mucho el proceso y lo volvemos a ver en la siguiente tanda. Después vistazo a la tienda y nos vamos a recorrer un poco Murano.
Como no es muy grande te puedes permitir perderte por las callejuelas y eso hacemos, acabando en una plazuela desierta donde nos aparcamos y comemos. Mientras estamos comiendo los bocatas, empiezan a llegar palomas que se huelen el postre. Los pekes se empeñan en echarles trozos de pan pero son demasiado grandes para ellas y vemos como se pelean por quedarse con el trozo más grande que no se van a poder comer. Ande o no ande, caballo grande. Casi como los humanos, je je.
Seguimos el paseo después de la comida y nos vamos de tiendas porque los pekes quieren comprarse un recuerdo de Murano y se han traído sus carteritas con su dinero. Encontramos una tienda donde hay un montón de figuritas muy chulas entre 1 y 5 euros y después de un rato de mirar, encuentran algo que les gusta. Iker compra un cangrejo y Unai un helicóptero! Por ese precio no creo que sea cristal de Murano pero ellos lo disfrutan igual. ¡A ver cuánto les dura siendo de vidrio!
Andamos durante un rato por la zona más comercial y la verdad es que hay verdaderas maravillas hechas en vidrio. Ya casi al final del paseo, un poco antes de salir al puerto hay una galería donde tiene expuesto en el escaparate una enorme águila de vidrio realmente preciosa. Los pekes se acercan a verlo y, a pesar de que les hemos dicho cientos de veces que no lo hagan, Iker se apoya con todas las manazas en el cristal. El señor de la tienda, que esta fuera, le llama la atención (muy amablemente, eso sí) y le dice que luego limpiarlo cuesta mucho e Iker murmura un "scusi" y se viene hacia nosotros un poco avergonzado. Seguramente es su primera palabra hablando en Italiano!!!
Ya un poco cansados de callejear, buscamos el muelle de nuestro vaporetto y esperamos hasta que viene este un rato después. Los pekes y yo hacemos el viaje de vuelta en la popa pensando que puede ser bonito pero, la verdad, es que hay demasiado ruido de los motores y de vez en cuando salpica algo la estela del barco.
Lo pasamos bien de todas formas y enseguida llegamos a Venecia. Mientras los pekes se entretienen en un parque que hay frente al puente Calatrava, yo busco donde comprar un trozo de pizza porque tengo antojo. La hacen super-gorda, con mucha masa y me encanta. Otra cosa que también nos encanta a Elena y a mi es la focaccia, una especie de torta de pan, bien gorda y la hacen con diferentes sabores y coberturas... Uhhmmm, deliciosa. La vamos a echar de menos cuando salgamos de Italia.
Hoy volvemos al camping pronto, todavía con luz y hay mucha menos gente en la parada. En el autobús, el chico que está a nuestro lado nos oye hablar castellano con los pekes y se dirige a nosotros y hablamos un rato. Cuando ya nos estamos despidiendo, nos dice que es italiano y que sabe castellano porque ha pasado un par de años en España. Increíble porque hubiera podido ser, tranquilamente, del portal de al lado de casa. Hablaba perfectamente y sin ningún tipo de acento.
Esta vez vemos nuestra parada con tiempo y llegamos al camping sin sustos. Todavía nos da tiempo para hacer cosillas en la autoca y después cenar y a descansar que mañana toca viaje después de disfrutar mucho de Venecia.