Aunque escri...
Viena - Austria I
En la frontera Húngaro-Austriaca, nos piden los pasaportes, nos preguntan de dónde venimos y listo. Para adentro y directos hasta Viena donde queremos pasar un par de días conociendo la ciudad. Se nota que es jueves santo porque antes de salir de Hungría, hemos echado gasolina en una estación de servicio de la autopista y allí estaba medio país.
Llegamos al área de autocaravanas de Viena y está genial. Es una explanada muy grande con las plazas bien marcadas y sitio de sobra, por lo menos de momento, porque nos imaginamos que a lo largo del día se irá llenando. Además el metro está muy cerca y no es excesivamente cara para los precios autriacos.
Reservamos dos días y aprovechamos para comprar allí mismo también las tarjetas Viena Card que nos van a permitir movernos por la ciudad en cualquier transporte público sin coste adicional y tener descuentos en los principales museos y atracciones.
Junto con la tarjeta te entregan un mapa, un librillo con prácticamente todo lo visitable y los cupones de descuento para cada sitio. La verdad es que está genial y te facilita mucho conocer lo importante de la ciudad sin volverte muy loco.
Comemos tempranito y nos vamos para la estación de metro y en quince minutos estamos en el centro de Viena. Lo primero que queremos hacer es ir al museo de Historia natural. Desde fuera, el edificio ya impone pero cuando entras, alucinas en colores y eso sin ver nada del contenido del museo.
Y es que el hall de la entrada es realmente espectacular con un techo abovedado altísimo con un hueco en medio que da a la cafetería del museo en el piso superior y con unas escaleras enormes por las que en cualquier momento podría bajar Sisi emperatriz y parecería de lo más normal. Una pasada.
Las exposiciones del museo están geniales y empezamos a recorrer las distintas salas tranquilitos y parándonos en todo, pero después de la primera hora, ya empezamos a aligerar el paso porque vemos que no nos va a dar tiempo a acabar de verlo. Bufff! Es el museo más grande en el que hemos estado y hay que echarle unos kilómetros para andarlo entero. De todas formas merece la pena sin duda.
Aunque estamos bastante cansados, cuando salimos todavía nos da tiempo para dar una vuelta por el barrio de los museos y La verdad es que estamos impactados porque nunca habíamos visto tal cantidad de edificios tan monumentales y tan magníficamente conservados como en Viena.
Al final llegamos hasta la catedral y tenemos la suerte de que casi enfrente hay un área de juegos y nos quedamos allí a pasar un rato, los pekes jugando y nosotros descansando. La tarde se nos echa encima sin darnos cuenta y para cuando llegamos de vuelta a la autoca es ya de noche. Hacemos una cena rápida y a descansar que no podemos estar más fundidos y mañana promete.
A la mañana siguiente, cogemos de nuevo el metro y nos plantamos en el palacio de Schlonbrunn. En la entrada hay un mercadillo de pascua con comida y artesanía típica y como es viernes santo allí hay un mundo. En medio del mercadillo hay un pequeño espacio para que jueguen los niños y entre otras cosas tienen unos zancos para aprender a andar con ellos.
Me pica el gusanillo y me quedo con Iker practicando mientras que Elena se da una vuelta por el mercadillo con Unai. Al final consigo andar bastante bien e Iker también consigue dar unos pasitos. A la vuelta del paseo, Elena y Unai se nos unen y allí pasamos un buen rato los cuatro haciendo el gamba con los zancos.
Dejamos el mercadillo y cruzamos unos arcos que nos permiten atravesar el edificio y nos llevan a los jardines del palacio que son de libre tránsito. Son inmensos. Cogemos un pasillo central y vamos hacia la fuente de Neptuno.
Allí cerca hay un laberinto y hay que pagar para entrar pero en este caso nos merece la pena porque dentro también hay un área de columpios muy chula donde los pekes pasan un buen rato mientras nosotros tomamos un cafecito.
Echamos otro rato en el laberinto y cuando nos aburrimos ya de dar vueltas, nos ponemos en marcha hacia lo alto de la colina donde hay un restaurante ubicado en unos arcos. La vista desde arriba es esplendida y nos quedamos allí a comer nuestros bocatas, sentados en la hierba. Bufff, vaya panzada de andar que llevamos.
A la tarde desandamos el camino para volver hasta la entrada del palacio con la idea de dirigirnos al museo de la tecnología pero para llegar hasta él hay que atravesar un enorme parque con un par de áreas de juego muy chulas en su interior en las que al final nos quedamos.
Para cuando nos damos cuenta, son ya las cuatro y media y el museo cierran a las seis. Puede parecer suficiente pero es que el museo es un edificio tremendo con cuatro plantas enormes repletas de experimentos y actividades interactivas y al final nos quedamos sin ver la mitad de la tercera planta y la cuarta completa que estaba dedicada a la aeronáutica y tenía una pinta fantástica.
De perdidos al rio y al cerrar el museo nos volvemos otro rato al parque donde estuvimos antes. Los pekes suben y bajan por los columpios como si nada pero nosotros estamos machacados y necesitamos un día de descanso por lo menos. Esto de patear ciudades cansa mucho.
A la mañana siguiente, cargamos depósitos y nos despedimos de Viena con muy buen sabor de boca. Nuestra primera experiencia austriaca ha sido fantástica.
Ahora en marcha hacia Linz a ver si podemos descansar un poco.
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