Aunque escri...
Estambul - Puerta de Asia
Siguiendo nuestra costumbre de llegar a las grandes ciudades los domingos al mediodía, la llegada por carretera a Estambul no es tan terrible como nos imaginábamos. Hay trafico pero normal. Lo primero que nos llama la atención son los centros comerciales que vamos viendo por el camino.
Son enormes, muy bonitos y hay un montón. Grandes trabajos de arquitectura y urbanismo, con un aspecto de diseño increíblemente moderno. Los vamos dejando a los lados hasta que llegamos ya a la zona histórica.
El parking que teníamos registrado, está en obras lo cual es un duro golpe porque no nos apetece mucho ponernos a dar vueltas por Estambul buscando un parking sin saber ni donde estamos. Seguimos el paseo Kennedy porque no nos queda más remedio y 500 mts. más adelante hay otro parking a la orilla del Bósforo y nos metemos sin dudarlo. Dentro hay aparcada otra autocaravana y resulta que es de un señor Turco que vive en ella.
No hay electricidad para enchufarnos pero el sitio es alucinante y como el tiempo es bueno cargamos suficiente con las placas solares. Estamos frente al Bósforo y muy cerca del centro histórico de Estambul. Aquí vamos a pasar los siguientes 2 ó 3 días. Hoy para variar hemos llegado pronto así que después de comer nos preparamos y subimos hasta la zona histórica
Lo primero que vemos es la mezquita azul. Va a ser la primera mezquita en la que entramos porque las que vimos en Montenegro fueron de pasada. Como ya teníamos previsto verla, Elena se ha traído un pañuelo que suele usar los días que hace frio porque las mujeres tienen que entrar con la cabeza cubierta. Hay bastante gente para entrar pero va muy fluido y enseguida estamos dentro. Antes nos hemos tenido que descalzar y meter los zapatos en unas bolsitas.
La verdad es que es preciosa y a pesar de ser un punto super-turistico, se respira la mística del lugar aunque, según Elena, queda un poco rota por el tremendo olor a pies, que por otra parte, será de los turistas con los entre los que nos incluimos porque los musulmanes que entran a orar se supone que se lavan los pies antes.
Enseguida nos damos cuenta de que vamos a tener un problema visitando las mezquitas porque, aunque les explicamos a los pekes que es un lugar sagrado para los musulmanes, lo que ven es una enorme sala muy acogedora y enmoquetada donde pueden correr y jugar tirándose al suelo sin hacerse daño. Nos cuesta un rato pero a regañadientes conseguimos que estén más o menos tranquilos aunque no nos quedamos mucho tiempo dentro porque la disciplina no es su fuerte.
Salimos y nos damos una vuelta por la zona exterior. Coincidimos con una boda y vemos que las costumbres, por lo menos en cuanto a vestimenta de novios y familia, no son muy distintos y se acercan bastante a nuestra imagen occidental.
Desde allí llegamos hasta la plaza de Sultanamhet con su gran fuente. Nos apetece parar un poco y un puesto de helados es la excusa perfecta. Compramos un heladito y nos sentamos en unos bancos a descansar un poco antes de seguir con la visita.
Vemos que en Turquía, igual que en Grecia, los perros (y gatos) viven libremente en la calle y conviven perfectamente con la gente que en muchos casos les trae comida. Te los encuentras en cualquier lado tumbados a la bartola, en medio de los jardines, en las aceras o en la misma plaza de Sultanamhet. Al lado del banco donde nos hemos sentado hay uno panza arriba echando una siesta de pijama y orinal, completamente ajeno a la gente que pasea por allí.
Nuestra idea inicial era visitar también Santa Sofía pero la entrada nos parece cara y los pekes no están para muchas visitas a museos así que preferimos quedarnos paseando por los jardines del parque que hay antes de entrar al palacio de Topkapi donde acabamos sentándonos a tomar un te porque después de la mañana de viaje y de toda la tarde andando, empezamos a estar realmente cansados.
Después de un buen rato recuperando fuerzas iniciamos el camino de vuelta y al cruzar Sultanamhet de nuevo y bajar por una de las calles buscando nuestro parking nos encontramos de casualidad en una pequeña calle-bazar muy bonita llamada Arasta Bazaar que disfrutamos como adelanto a la visita al gran bazar de mañana.
Hacemos el camino de vuelta hacia el parking bordeando la avenida Kennedy que es la que discurre junto al mar por toda esta zona. Es domingo por la tarde y está a tope de gente paseando o haciendo un pic-nic en entre las rocas del rompeolas. ¿Dije rocas? En cuanto los pekes las ven, se bajan y a pesar de que se supone que están machacados, las atraviesan corriendo y saltando hasta que llegamos a la autoca y es casi un kilómetro. ¡Siempre hay fuerzas para lo que te gusta!
Al día siguiente amanece con solecito y después de
nos ponemos en marcha hacia el gran bazar. Anoche después de mirar el mapa vimos que no estaba muy lejos y queremos llegar andando. Nos metemos por callejuelas y vericuetos del Estambul poco conocidos y en media horita hemos llegado a una de las puertas principales y sin más ceremonia nos metemos dentro.
Creo que el gran bazar es una de esas cosas, que de tanto oír hablar, cuando llegas, es como si ya hubieras estado y además somos conscientes de que no es el mejor sitio para ir con los pekes como podremos confirmar enseguida. Lo callejeamos sin rumbo, dejándonos llevar pero al cabo de un rato, los pekes, empiezan a presentar síntomas de cansancio y a ponerse pesadísimos y después de aguantarles un rato y dedicar otro rato a intentar convencerles sin éxito de las bondades del bazar, claudicamos y salimos fuera a buscar algún parque cercano para no matarlos allí mismo que hay muchos testigos.
Por lo menos, después de unas cuantas vueltas, encontramos una pequeña placita muy chula con un puesto de te ambulante y allí nos quedamos un buen rato sentados al sol, disfrutando de nuestro tecito junto a algunos locales que han tenido la misma idea mientras los pekes juegan a sus cosas sentados en el suelo. ¡Qué placer no hacer nada de vez en cuando!
Desde donde estamos sentados, podemos ver una enorme rampa que da a una de las calles traseras del gran bazar y nos deja alucinados ver a los repartidores bajar con unos carros que abultan 10 veces más que ellos. Los más habilidosos aprovechan la cuesta para coger velocidad y la inercia les lleva hasta el final de la plaza. Y cuando les toca subir, siempre hay alguien que les echa un cable porque parece casi imposible poder subir semejante bulto por esa cuesta. ¡Impresionante!
Ya un poco más descansados, firmamos la paz con los pekes y acabamos comiendo en un Burger-King (pecado mortal en Estambul, lo reconozco). Allí hablamos con ellos e intentamos hacerles entender que lo mismo que nosotros pasamos horas en los parques o vamos a un burguer, a veces les va a tocar visitar cosas que les gustan a los aitas y que entre los cuatro intentaremos hacerlo divertido. Aprovechando la tregua que nos da la sesión de mentalización, cogemos un tranvía y nos vamos hacia la zona del bazar egipcio para pasar por allí la tarde. La estación en la que nos bajamos coincide también con la del puente de Galata y toda la zona está a tope.
Después de callejear un poco encontramos la entrada. El bazar egipcio es más pequeño pero nos gusta más (igual también es porque los pekes nos están dando una tregua) y lo recorremos tranquilos y disfrutándolo. A la salida nos comemos unos simit y atravesamos la carretera por un subterráneo que a la vez es galería comercial. ¡Aprovechan cualquier hueco para montar un bazar!
Los dos lados del puente están repletos de gente pescando y mirando. De vez en cuando alguien saca un pececillo y lo deja nadando en un recipiente con agua. Imagino que es una forma de mantenerlo fresco hasta que lo venda y a los pekes les llama mucho la atención. Las vistas desde el puente son preciosas aunque hay mucha humedad y algo de brisa y empieza a hacer bastante frio. Nuestra idea era llegar a la torre de Galata y subir pero se nos ha hecho tarde y tampoco queremos pasarnos con los pekes así que nos conformamos con verla desde el puente y nos damos la vuelta. ¡Otra vez será!
Al día siguiente dejamos ya el parking (30TL/día, unos 10 euros) y vamos a Miniaturk, una especie de miniparque de atracciones con 120 reproducciones a escala de los monumentos, edificios y sitios más emblemáticos de Turquía.
Todo el parque está muy cuidado y las maquetas son impresionantes. Podemos ver algunos de los sitios que visitaremos en nuestro recorrido por el país. En cada maqueta hay un poste informativo que da una explicación hablada del mismo en el idioma que hayas solicitado para la "audio card" al comprar el ticket y el castellano está disponible.
Aparte de las maquetas, hay un laberinto, un parque de columpios, unos tableros de ajedrez gigantes y un simulador de vuelo en helicóptero pero, excepto el parque y los tableros, todo eso se paga aparte. Los pekes hacen un recorrido por el laberinto, juegan un rato en los columpios y me consiguen hacer unas tablas como un castillo en una partida con el ajedrez gigante (estaba yo un poco despistado, eh!)
Miniaturk nos ha gustado mucho pero no paran de entrar grupos de chavales y se está llenando de gente así que como ya lo hemos visto, decidimos que nos vamos y nos ponemos en marcha para cruzar el Bósforo, salir de Estambul y entrar por fin en Asia de verdad que todavía nos costará un rato. Nos vamos con la sensación de que nos quedan muchas cosas por ver pero así es el viaje. Algún día volveremos.
¡En un par de días nos vemos en Bursa, la cuarta ciudad de Turquía!
Hosted by DUOK Informática, S.L. |
Uploaded with GOODSPEED Solution Stay connected where ever you go |