Aunque escri...
Kastro-Kyllini - Playa y castillo
Con mucha pena porque todos hemos disfrutado un montón en Kalogria, nos ponemos en marcha buscando avanzar hacia el sur por la costa. Nuestro objetivo es un aparcamiento en la playa de Kilini que hemos encontrado en Internet.
Llegamos al pueblo a media tarde y aunque no nos vamos a quedar en él, tomamos nota mental de un par de panaderías y un enorme fuerte que se alza sobre una colina dominando toda la zona. Desde abajo tiene una pinta fantástica y seguramente vendremos a verlo mañana o pasado. Desde el pueblo todavía quedan unos pocos kilómetros descendiendo hacia el mar que recorremos enseguida y en diez minutos nos plantamos en el parking de la playa.
Es un parking de tierra tras una banda de pequeñas dunas costeras. Aunque el día está despejado, el viento pega fuerte y hace frio así que aparcamos en una esquina donde los árboles y los cañaverales nos dan un poco de resguardo. No hay problema para elegir sitio por que sitio porque estamos solos.
La tarde va avanzando y si queremos conocer un poco la zona, tenemos que salir ya o se nos hará de noche así que nos abrigamos bien y nos ponemos en marcha. Realmente lo único que podemos hacer es recorrer la playa que se pierde de vista tanto hacia el norte como hacia el sur. Nos decidimos por el sur porque al fondo se aprecian algunas construcciones y así curioseamos un poco por allí.
Andando por la orilla, el viento se nota más y aunque vamos abrigados, se hace un poco molesto y vamos un poco encogidos. Al rato de pasear por la orilla empezamos a ver unos bultitos en la arena a pocos metros del agua. Los pekes que se ponen a salsear con ellos pero me doy cuenta de que son medusas y les digo que tengan cuidado porque todavía pueden ser venenosas así que cogen un palo y a salvo de picotazos, juegan un poco con ellas.
Llegamos un poco más adelante pero nos damos la vuelta enseguida porque sigue refrescando, el viento arrecia y encima a la vuelta lo tenemos de cara.
Llegamos a la autoca y nos sorprende ver en el parking una furgoneta de una parejita francesa. Hago una intentona de hablar un poco con ellos pero no se les ve con muchas ganas así que nos metemos en nuestra casita que ya apetece. La verdad es que se ha puesto bastante desapacible.
Al día siguiente subimos al pueblo a por pan y de paso queremos subir a visitar el fuerte de Chlemoutsi. Se supone que se puede subir hasta arriba con el coche pero nos da la impresión de que el camino es bastante angosto y preferimos dejar la autoca aparcada en el pueblo y subir andando. Después de un paseíto de diez minutos estamos arriba. Menos mal que hemos aparcado abajo, porque aqui hubiera sido bastante complicado llegar y dar la vuelta.
Lo primero que nos encontramos, o mejor dicho, los primeros que nos encuentran a nosotros es una camada de cachorritos de perro que vienen hacia nosotros y nos rodean jugando. Detrás viene la madre y me pongo en guardia porque se supone que las hembras siempre van a proteger a sus crías pero en este caso se queda tan ricamente a nuestro alrededor como los cachorros.
Al principio los pekes no se arriman mucho pero jugamos un ratito con ellos y van cogiendo confianza. Entramos dentro del fuerte (después de pagar 3€ los adultos) y nos siguen y se vienen con nosotros. Recorremos el interior del fuerte que es muy chulo pero queremos subir a la muralla porque las vistas deben ser espectaculares y resulta que está cerrado por obras. (Todo el mundo aprovecha estas fechas para hacer las obras de reparación y conservación que es lógico pero en algunos casos nos resulta un poco frustrante).
El resto del fuerte y la pequeña sala de exposición están bien pero no dan para mucho más y enseguida estamos en el patio central jugando otra vez con los cachorros. La mayoría se han desperdigado por ahí pero hay uno de ellos que se ha quedado con nosotros. Es el más blanco y tiene una mirada de bicho travieso increíble. Los pekes ya le han cogido confianza y lo cogen y todo.
A la salida del fuerte se reagrupan todos otra vez y aprovechamos para darles unas galletillas que llevábamos en la mochila. Se las zampan en un pispas, les hacemos unos arrumacos y nos siguen camino abajo hasta que su madre les llama al orden con un ladrido y se vuelven. ¡Que buen rato hemos pasado!
Hace bastante frio para estar en la calle así que nos metemos en un bar del pueblo y estamos un rato jugando y tomando un cafecito antes de movernos hacia donde queremos dormir esta noche que no está muy lejos.
Pensábamos que era otra cosa pero al final resulta que el sitio es una especie de aparcamiento-rotonda al final de una carretera sin salida al pie de las dunas de la playa. No es que sea un sitio fantástico pero no nos apetece movernos para buscar otra cosa y nos quedamos allí que para pasar una noche ya nos vale.
A la tarde bajamos a la playa a dar otro paseíto pero la verdad es que sigue haciendo bastante frio y tenemos que abrigarnos bien. Recorremos otro tramo de la playa más al sur pero no nos entretenemos mucho antes de darnos la vuelta y volver para meternos en la autoca que apetece.
Hoy tarde casera y mañana a buscar un camping con lavadora que la ropa empieza a acumularse.
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