Aunque escri...
Parga-Ammoudia - Por el noroeste Griego
Sin tener mucha más información que la foto de una postal que casualmente hemos comprado en Igoumenitsa, nos ponemos en marcha hacia Parga.
Nos llama la atención en nuestro recorrido que por todas las carreteras griegas nos hemos encontrado en los arcenes, con representaciones en pequeño de iglesias o ermitas con velas e imagenes de santos en su interior. Por lo que hemos leido son recordatorios de personas accidentadas. Curioso.
Llegamos poco antes del mediodía a Parga y recorriendo su calle principal, nos parece un pueblo costero normalito pero cuando bajamos hasta el puerto, nos quedamos flipados. El puerto no es muy grande pero suficiente y las aguas son increíblemente trasparentes. De verdad que daban ganas de ponerse en bañador y tirarse de cabeza a bucear de lo precioso que se veía el fondo desde la dársena central.
La bahía que forma el puerto y el paseo marítimo y desde la que crece el pueblo remontando la ladera, tiene una pequeña isla central a menos de 200mts. con un embarcadero y una diminuta ermita al lado. El cuadro es bellísimo y Elena se queda prendada y con ganas de ir a la isla. Imagino que en verano habrá un montón de barcos que te lleven, pero ahora me temo que no.
Durante nuestro paseo por el puerto hemos visto que la bahía se cierra por su derecha con un fuerte en lo alto de la ladera pero no vemos un camino claro de subida. Preguntamos en una tienda de juguetes (donde los pekes han estado dándoles ideas a Olentzero y a los reyes magos) y nos dicen que desde la calle paralela al puerto hay una escalera que sube derecha y que no tiene perdida.
Allá que vamos y enseguida encontramos la subida que se empina sin piedad entre casas, tiendas y restaurantes hasta que llegamos a la entrada, guardada por una puerta de rejas y pinchos que, gracias a dios, está abierta.
Recorremos el fuerte en ruinas y aprovechamos para jugar a caballeros medievales con los pekes pero sobre todo, disfrutamos de las increíbles vistas sobre el pueblo, sobre la bahía y sobre el Jónico en general. Nos resulta muy difícil captar con la cámara la sensación que tenemos mirando desde allí el color verde del agua, con la bahía enmarcándola y la isla en el centro. ¡Una pasada!
Imagino que el día espectacular que hace con 18 graditos al mediodía y un cielo limpio y azul, ayuda también para que nos parezca precioso, pero este pueblo merece realmente una visita. (También hay que decir que acabamos de empezar nuestro recorrido por Grecia y a lo mejor después flipamos tanto que esto nos parece normalito. ¡Ojala!)
Hoy teníamos pensado llegar hasta Ammoudia, otro pueblo costero más al sur para ir haciendo kilómetros así que nos ponemos en marcha y en un rato nos plantamos allí. El sitio que tenía marcado en el GPS es una arboleda frente a la playa que en estas fechas está vacía como de costumbre. Parece un sitio muy tranquilo y agradable para pasar la noche así que paramos y Elena se lía con la comida que ya es un poco tarde. Hay días que nos liamos un poco con el recorrido y acabamos comiendo a las 4 y hoy es uno de esos días.
Mientras, aprovecho y me voy andando hasta el otro extremo de la playa y encuentro un sitio genial para pasar la noche que está más cerca del centro del pueblo, del canal de salida y del espigón y que no se veía desde la arboleda. Además hay otra autoca aparcada. Vuelvo y se lo cuento a Elena y decidimos que ya nos moveremos después de comer (Aunque me arruga un poco el morro, ya se ha acostumbrado a que soy un poco maniático con el sitio de aparcamiento y me deja hacer, je, je)
Todavía tengo un ratito para dar cuatro patadas al balón con Unai, usando dos árboles como portería aunque enseguida nos llama para comer.
Terminamos y nos movemos al otro sitio que realmente está mejor y justo-justo nos da tiempo a dar un pequeño paseo por el espigon antes de que se ponga el sol. Bueno, el paseo lo damos nosotros porque los pekes aprovechan para practicar su deporte favorito: saltar de roca en roca, y como se recorren el espigón entero de esa guisa, para cuando llegan al final se nos ha ido la luz y nos tenemos que volver porque empieza a hacer bastante frio y hay muchos mosquitos (estamos al lado de una especie de ría con bastante vegetación en los márgenes).
Volvemos a nuestra casita con ruedas y aprovechamos para dar clase y hacer una cena tranquilita.
A la mañana siguiente quiero buscar un sitio para comprar pan antes de salir pero no veo ninguna tienda en la zona donde estamos. Entro en la única cafetería que veo abierta y resulta que está atendida por una señora mayor que no entiende ni papa de inglés. Le hago el gesto de escribir y me deja un papel y un boli y le dibujo una barra de pan digna de una partida de pictionary.
Me hace un gesto como que me ha entendido, desaparece un momento por una puerta y aparece a los pocos segundos con dos panes, uno redondo y otro como si fuera de molde. Me decido por el redondo y más feliz que una perdiz, me vuelvo para la autoca con la primera misión del día cumplida.
Después de un buen desayuno con tostaditas del pan recién comprado, ponemos un nuevo rumbo. Nuestro siguiente objetivo: La isla de Lefkada.
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